“En la medida en que el cogollo de la política consiste en el establecimiento de prioridades en un marco general, con los expertos solo no basta. La política es irrenunciable (y además deseable)”.
Con motivo de la crisis de la COVID-19, me vino a la memoria esta reflexión de mi buen amigo y filósofo de guardia, Manuel Cruz. Aparece en su libro “Pensar en voz alta. Conversaciones sobre filosofía, política y otros asuntos”. Una cita que creo que encaja perfectamente en el momento por el que estamos pasando, la crisis provocada por el coronavirus.
Efectivamente, en esta crisis conviven los dos elementos citados por Manuel Cruz, la ciencia (los expertos) y la política. Y se ha revelado, más que nunca, la falsa dicotomía que significaría tener que optar por uno solo de ellos.
Quiero pensar que todos estamos aprendiendo, muchos reafirmándonos, en que una sociedad que apueste por la excelencia necesita tanto de expertos que asesoren con eficacia y eficiencia como de políticos que gestionen y decidan, también con eficacia y eficiencia.
No suele haber conflicto en el debate público sobre la necesidad de los expertos, sobre la necesidad de los científicos como norma básica para la toma de decisiones. Los tertulianos pocas veces se atreven a discrepar sobre esto, salvo veladas insinuaciones que suelen corresponderse con momentos en los que las recomendaciones de aquellos no son unívocas, cuando la ciencia nos presenta dudas acerca de lo más conveniente.
Sin embargo, sí que la política suele ser siempre diana de todo tipo de argumentos con los que se trata de deturpar su papel, con ataques tanto a nivel conceptual como personal.
Y sí, la política, mal que les pese a algunos, es, como bien señala Manuel Cruz algo totalmente irrenunciable y sí, además deseable.
Lo sufrido en esta terrible crisis muestra, de forma palpable, el valor de la política y, por supuesto, de la ideología como elementos protagonistas imprescindibles para poder superarla. La frase “que nadie quede atrás”, carece de sentido si no la articulamos desde una perspectiva política, ideológica y de valores.
De poco nos valdría la excelencia científica en cuanto a recomendaciones y modelos de actuación si no contáramos con un poderoso Sistema Sanitario Público, Universal y Gratuito, pese a los esfuerzos de algunos por debilitarlo, especialmente en los últimos años, con recortes importantes en recursos materiales y humanos.
Asímismo, la configuración de un Estado del Bienestar que arrope a la ciudadanía más vulnerable y la acompañe con unas medidas económicas y sociales, de una envergadura como nunca se han visto -y menos en la anterior crisis- pone en evidencia, hoy más que nunca, la necesidad de su fortaleza.
Por supuesto que no todo se ha hecho bien. La COVID-19 nos ha mostrado la insuficiencia y las deficiencias, entre otros, de nuestro sistema sanitario, de nuestro modelo de cobertura social y de la necesidad de fortalecer nuestro modelo territorial, nunca tanto se utilizaron las palabras coordinación o cogobernanza. También ha puesto en solfa a las instituciones europeas, a una globalización perversa,… Pero, si algo ha quedado claro, es que necesitamos un Estado del Bienestar más potente, más engrasado y con mayores recursos, que ponga como máximos valores la justicia social, la equidad y la sostenibilidad del mundo en que vivimos.
Como con acierto señalaba Emilio Ontiveros, presidente de Analistas Financieros Internacionales, en una reciente entrevista:
“Esta crisis pone de manifiesto que sin el Estado estaríamos muertos”
Es, en fin, la POLÍTICA, la que toma las decisiones, la que señala las prioridades que hacen que nuestra vida individual, y la de la sociedad en la que estamos inmersos, camine de una u otra manera. Y la CIENCIA es una compañera imprescindible en la toma de decisiones, pero en ningún caso puede suplantarla.
Mucho se está escribiendo de los cambios que a nivel individual, social y moral se derivarían de las enseñanzas que nos transmite este doloroso período de crisis, pero debo decir que soy tremendamente escéptico a que tal cuestión se produzca. Tengo muy presente lo que decía Jean Améry, prisionero en Auschwitz, en su obra “En las fronteras del mal”:
«En Auschwitz no nos hemos vuelto más sabios (…), ni más profundos (…), ni mejores, ni más humanos, ni más amables con las personas ni moralmente más maduros»
2 respuestas a «COVID-19:
Ciencia vs Política»
Una reflexión a considerar de cara al futuro. No es solo ayudas, que deben ser coyunturales en el momento preciso, es sobre todo el papel del Estado como organización colectiva quien ha de orientar las acciones, en el plano educativo, económico, tecnológico, social,…, que nos permitan estar presentes en la nueva organización del mundo que se avecina.
Totalmente de acuerdo, esa es la cuestión. Gracias por dejar tu comentario.