Así se despachaba la nueva ministra brasileña de Mujer, Familia y Derechos Humanos, Dalmares Alves: “Atención, atención. Es una nueva era en Brasil. Los niños visten azul y las niñas visten rosa”. Ante el repudio que suscitó este comentario replicado en todas las redes sociales, la ministra del equipo de Bolsonaro aclaraba después que con esa frase pretendía una metáfora contra la ideología de género, pero que -y aún habrá que agradecérselo- las niñas y niños podrían vestir como mejor les parezca.
La referencia a la mente cuadriculada de la nueva ministra no deja de ser un chiste fácil, toda vez que Dalmares Alves es pastora evangélica de la Iglesia Evanxgélica Cuadrangular, pero mucho más serio y preocupante resulta otra de sus frases: “El Estado es laico, pero esta ministra es terriblemente cristiana”.
Y el peligroso de esa frase no son las creencias religiosas de la ministra, quien es, y debe ser, libre para profesar la religión que le parezca. El problema surge cuando pretendemos imponer nuestras creencias a toda la ciudadanía. Y parece que por ahí va la cosa, especialmente sei tenemos en cuenta una de las declaraciones de Dalmares Alves de hayce no mucho tiempo en las que afirmaba que no va a ser ni el gobierno ni la política los que van a cambiar la nación, sino la iglesia evangélica.
Me permito finalizar con una la referencia a Franklin Roosevelt, quien fue presidente de los Estados Unidos entre los años 1933 y 1945, y a esta fotografía del año 1884, cuando era un niño de dos años. Que pensaría la flamante ministra de Bolsonaro?
Esta referencia a Rooselvet viene provocada por un interesante y simpático artículo de Ana C. Alvarado, cuya lectura recomiendo, en el que indaga sobre el color de las vestimentas de niñas y niños, además de explicar las razones de la imagen de Rooselvet. Su título no deja lugar a dudas. Basta con hacer click en la imagen que va debajo de estas líneas para acceder al artículo.